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Hoy celebramos la fiesta de San Bartolomé, apóstol de Cristo

Cada 24 de agosto la Iglesia Católica celebra a San Bartolomé, uno de los doce apóstoles de Jesucristo.

Después de la ascensión del Señor a los cielos y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, Bartolomé se enrumbó, como la mayoría de apóstoles, hacia tierras lejanas. Igual que ellos, llevaba en el corazón el ferviente deseo de anunciar a Cristo a las naciones.

Sobre Bartolomé dice el Martirologio romano: “Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce… es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)”.

De acuerdo a una antiquísima tradición, Bartolomé efectivamente se enrumbó hacia la India, estuvo en Medio Oriente y también en Armenia, y hay fuentes que señalan que su martirio tuvo lugar allí. Lamentablemente no hay seguridad absoluta sobre el final de sus días.

Patronazgo

San Bartolomé tiene múltiples patronazgos, todos relacionados a la manera como murió de acuerdo a la tradición: se le arrancó la piel para torturarlo y luego fue decapitado. Por eso es el patrono de los carniceros, fabricantes de libros, guantes, pieles, zapateros y sastres.

También es considerado patrono de los mercaderes de queso, viñadores y albañiles.

Asimismo, y más recientemente, hay quienes piden su intercesión en las situaciones límite o para controlar los desórdenes nerviosos y ataques de pánico, en virtud al temple extraordinario que el apóstol mostró al morir.

¿Bartolomé o Natanael?

En la Escritura, San Bartolomé aparece en los tres Evangelios sinópticos (Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14), siempre en compañía de Felipe. También es mencionado en los Hechos de los Apóstoles (1, 13): Bartolomé es uno de los que estuvieron reunidos en torno a la Madre de Dios el día de Pentecostés.

De acuerdo a la gran mayoría de estudiosos de la Tradición y la Escritura, Bartolomé aparece también en el Evangelio de Juan, pero no con el nombre que se usa en los sinópticos, sino con el de ‘Natanael’ (que significa «regalo de Dios»). Es altamente probable que esta interpretación sea la correcta dado que “Natanael” es quien está al lado de Felipe en las mismas ocasiones del “Bartolomé” de los sinópticos.

Un “israelita de verdad” predicando en Asia

Bartolomé nació en Caná de Galilea y fue convocado por Jesús a ser apóstol a través de Felipe (cfr. Jn 1, 45-51). Fue uno de los discípulos a quienes Jesús se apareció de noche junto al mar de Galilea, después de su resurrección (Jn 21, 2).

De acuerdo a Eusebio de Cesarea, a quien se considera el padre de la historia de la Iglesia, Bartolomé marchó a predicar hacia la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo escrita en arameo.

Por otro lado, el pueblo armenio considera a San Bartolomé como el santo patrono de la Iglesia Apostólica Armenia, junto a San Judas Tadeo. Ambos apóstoles llegaron a la zona del Cáucaso en la que se ubica Armenia para anunciar por primera vez el Evangelio. Por esta razón se les llama también “cofundadores”.

Muerte: desollado en Armenia

Se cree que Bartolomé murió martirizado en Abanópolis (Armenia), ciudad ubicada en la costa occidental del Mar Caspio, después de haber predicado en lugares como Mesopotamia, Persia y Egipto. Habría sido en Abanópolis donde el rey Astyages de Derbent lo condenó a ser torturado y a morir. El castigo consistía en arrancarle la piel en vida y luego decapitarlo si sobrevivía a la tortura.

Bartolomé ha sido muchas veces representado en el arte desollado y sosteniendo su piel con sus propias manos -dando la apariencia de llevar algún ropaje en las manos-; sin embargo, es más común verlo en la iconografía de pie, con barba, con un libro y un cuchillo en las manos.

Sus reliquias están conservadas en la iglesia de San Bartolomé, en la Isla Tiberina, en Roma.

“¿De qué me conoces?”

Hace ya varios años, el Papa Benedicto XVI se refirió a la personalidad y vocación de este apóstol: «El evangelista nos dice que, cuando Jesús ve que Natanael se acerca, exclama: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). Se trata de un elogio que recuerda al texto de un Salmo: “Dichoso el hombre […] en cuyo espíritu no hay fraude” (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, quien replica sorprendido: “¿De qué me conoces?” (Jn 1, 48a). La respuesta de Jesús no se entiende en un primer momento. Le dice: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Juan 1, 48b)».

Fuente: ACI Prensa

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