Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia y la Iglesia nos invita a contemplar a José, María y al Niño Jesús como modelos para la vida cotidiana. Los tres, desde un principio, tuvieron que enfrentar peligros, carencias y dificultades. No obstante, la presencia de Dios en medio de ellos fortaleció el amor del uno al otro de tal manera que lograron salir siempre adelante.
Como familia santa -Jesús, María y José- son reflejo de la Trinidad, y cenáculo en el que se comparte el amor verdadero.
Luz de esperanza para las familias de hoy
La fiesta de la Sagrada Familia, que se celebra dentro de la Octava de Navidad, es una invitación a profundizar en el sentido del amor familiar, para luego examinar la propia situación del hogar y buscar los medios adecuados para que cada integrante, papá, mamá e hijos, se asemeje cada vez más a las personas que integran la ‘Familia de Nazaret’. En muchos casos hay ausencias o carencias dentro de la familia, pero eso no quiere decir que la Sagrada Familia deje de ser fuente de inspiración y modelo de amor.
Hay peligros que acechan hoy a la familia como institución humana querida por Dios. Se debe estar alerta. La vida familiar no puede reducirse a los problemas, las dificultades, los desencuentros. Estas cosas suelen brotar a causa de nuestra fragilidad y se deben tomar como lo que son: asuntos que pueden ser vencidos con amor, comprensión y perdón.
“Estad vigilantes” (Mc 13, 33ss)
Las dificultades mal asumidas, no enfrentadas o resueltas, ensombrecen los valores trascendentes; y se presenta el riesgo de olvidar lo fundamental. ¡Cambiemos de dirección! Tengamos presente que la familia es signo del ‘diálogo’ entre Dios y el hombre y, que por lo tanto, sus miembros -padres e hijos- deben estar abiertos siempre al encuentro con quien sostiene la vida familiar: Dios. Esa apertura debe vivirse también con la Palabra de Dios y con lo que enseña la Iglesia con respecto al matrimonio y la familia. Se trata de saber escuchar al otro, y respetar su libertad. No se puede prescindir jamás de la oración familiar, porque esta sella y fortalece el vínculo entre los miembros.
San Juan Pablo II -el gran promotor de las Jornadas Mundiales de la Familia- recomendaba mucho el rezo del Santo Rosario en familia, y repetía constantemente una frase que debe ser lema para todos y meta a la vez: “Familia que reza unida, permanece unida”.
Fuente: ACI Prensa