Cada 5 de septiembre la Iglesia universal celebra la fiesta de Santa Teresa de Calcuta (1910-1997), figura protagónica del siglo XX -llegó a ser galardonada con el Premio Nobel de la Paz-, y ejemplo preclaro de liderazgo femenino desde la Iglesia. Ella, impregnada de los valores del Evangelio, se convirtió en servidora de “los más pobres entre los pobres” -según sus propias palabras- haciendo frente de manera efectiva a la indiferencia y el abandono que sufren los más débiles en el mundo moderno.
La Madre Teresa fue una inagotable defensora de la dignidad del pobre y de la vida humana en todos sus estadíos -desde la concepción hasta la muerte natural-, así como una trabajadora incansable por la paz entre los pueblos. Su mayor ambición no fue, ni remotamente, alcanzar premios o reconocimientos, sino compartir el amor de Cristo a través de la caridad y el sacrificio por los que sufren: “Amad hasta que duela. Si duele es buena señal” (Sta. Teresa de Calcuta).
La también fundadora de las Misioneras de la Caridad -orden religiosa nacida en la India- fue canonizada el 4 de septiembre de 2016 por el Papa Francisco en una Misa celebrada en la Plaza de San Pedro.
La santa nacida en Albania murió hace 27 años, el 5 de septiembre de 1997, en la ciudad de Calcuta (India), a los 87 años de edad.
La pobreza y el falso bienestar
Teresa de Calcuta dio una lección a la humanidad de cómo entender la pobreza y cuál debe ser la forma de enfrentarla si se quiere acabar con esta: con caridad y solidaridad; tal y como Cristo lo hizo en su paso por la tierra. Teresa, por su entusiasmo y constancia, puede ser considerada como un auténtico don para la Iglesia de hoy: ella nos recuerda que el cristiano está obligado a amar Cristo en el que sufre (ver: Mt 25), es decir, en los pobres, los tristes, los abandonados, los enfermos, los que son marginados o desechados por la sociedad.
Para ella, la pobreza más grande no fue necesariamente la que se encuentra en los barrios o zonas signadas por la precariedad -como, por ejemplo, la Calcuta en la que vivió-, sino más bien es esa que caracteriza a todos aquellos lugares donde el amor está ausente, donde la miseria moral corroe a las comunidades humanas, aún habiendo comodidades u opulencia.
El caso típico de esto -y el más dramático- es el de las sociedades en las que el aborto está permitido, o donde se ‘cosifica’ de una u otra manera a los seres humanos.
Misionera, sí, y de la caridad
La Madre Teresa nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, en ese entonces parte de Albania y hoy territorio de Macedonia. Su nombre era Gonxha Agnes Bojaxhiu, pero adoptó el de ‘Teresa’ al ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María, su primera familia espiritual.
Fue formada en un hogar católico: bautizada un día después de nacer, recibió la Primera Comunión a los cinco años y la Confirmación un año más tarde.
Teresa ingresó a la Congregación de las Hermanas de Loreto en 1928; y al año siguiente se embarcó hacia la India, donde hizo sus primeros votos en 1937. Permaneció 20 años como miembro de dicha congregación, hasta que Dios le mostró que su camino debía ser otro . Así, el 7 de octubre de 1950 Teresa fundaría a las Misioneras de la Caridad, congregación poseedora de un carisma muy especial: entregarse a “los más pobres entre los pobres” con una radicalidad sin precedentes.
En 1963, la Madre fundó la rama masculina de la congregación, los Hermanos Misioneros de la Caridad; en 1973 a las Hermanas Contemplativas y en 1979 a los Hermanos Contemplativos. En 1984 fundó a los Padres Misioneros de la Caridad y el movimiento Corpus Christi [Cuerpo de Cristo] para sacerdotes.
Premio Nobel de la Paz
En 1979, la Madre Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor tendiendo puentes para acercar a pueblos y culturas. Ella, una mujer católica residente en un país de mayoría hindú y musulmana, había logrado unir a los pobladores de la India en torno a una causa común: la defensa del ser humano y su dignidad incondicional. La Madre impulsaba esta tarea con tal fuerza que logró conmover al mundo entero. Hizo visible al desamparado, al desprotegido, olvidado o rechazado, pero al mismo tiempo generó cadenas de solidaridad de dimensiones globales. Demostró que el discurso pierde valor si no se pasa a la acción, y que esa acción solo es posible si está sustentada en la oración, porque solo esta mantiene encendido el fuego del amor.
Dado que vivimos en un mundo secularista, vuelto en contra del ser humano porque no conoce ni la fe ni la esperanza, Teresa de Calcuta se abocó de manera particular a ayudar a bien morir a muchas personas que habían quedado a su suerte en las calles, no solo carentes de los mínimos recursos materiales, sino abandonados en todo sentido. La muerte es un hecho inevitable y doloroso, pero duele más si se está en soledad, sin Dios, sin trascendencia, sin alguien que te recuerde que los seres humanos no estamos hechos para la muerte sino para la vida -la vida eterna-.
Santa Teresa de Calcuta tenía bien en claro estas cosas y no se intimidó frente al horror que veían sus ojos. El amor de esta pequeña mujer cristiana logró remecer corazones y conciencias.
Uno de los momentos más significativos, en los que la Madre Teresa pudo mostrar al mundo esta “lógica evangélica” e interpelar a la cultura (o anticultura) imperante, se produjo en la ceremonia de aceptación del premio Nobel. A continuación se citan algunos fragmentos de aquel célebre discurso.
Sobre eso de lo que todos hablan: la paz
“… El mayor destructor de la paz hoy en día es el llanto de un niño inocente no nacido. Si una madre puede matar a su propio hijo en su seno, ¿qué peor crimen puede haber que matarse el uno al otro?”
“Para mí, esas naciones que han legalizado el aborto son las naciones más pobres de todas. Tienen miedo de los más pequeños, tienen miedo de los niños no nacidos. Y el niño tiene que morir, porque no quieren a este hijo –ni a uno más-, no lo quieren educar, no le quieren dar de comer, y el niño debe morir. Les suplico en nombre de los más pequeños: salven a los que van a nacer, ¡reconozcan la presencia de Jesús en ellos!”
Una cultura de muerte: ni niños, ni ancianos
“Nunca me olvido de la oportunidad que tuve cuando visité un hogar de ancianos en el que habían sido dejados por sus hijos e hijas, y tal vez olvidados… en ese hogar tenían de todo, cosas hermosas, pero todos miraban hacia la puerta. Y no vi una pobre sonrisa en sus rostros. Y me di la vuelta hacia la hermana y le pregunté ¿cómo puede ser?, ¿cómo puede ser que estas personas que tienen todo, miran hacia la puerta?, ¿por qué no sonríen? … incluso los moribundos sonríen, y ella [la hermana] me contestó: Ellos están a la espera de que un hijo o hija vengan a visitarlos… Esa pobreza es la que se vive en nuestros propios hogares, es ahí donde se da la negligencia del amor”.
La santidad es posible porque amar lo es
Cuando fue llamada a la Casa del Padre el 5 de septiembre de 1997, la congregación que fundó contaba con 3,842 religiosas en 594 casas repartidas en todo el globo.
La Madre Teresa fue beatificada por su gran amigo San Juan Pablo II el 19 de octubre de 2003, quién la recordó de la siguiente manera: “Saciar la sed de amor y de almas de Jesús en unión con María, la Madre de Jesús, se convirtió en el único objetivo de la existencia de la Madre Teresa, y en la fuerza interior que la impulsaba y la hacía superarse a sí misma e ‘ir deprisa’ a través del mundo para trabajar por la salvación y la santificación de los más pobres de entre los pobres”.
La canonización llegó 13 años después, y fue realizada por el Papa Francisco con ocasión de la celebración del “Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia”. En esa oportunidad el Pontífice señaló que la «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que el ‘no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre’».
Por si no sabes qué hacer con tu vida: aquí un consejo de la Madre Teresa
En una célebre entrevista, concedida poco tiempo antes de morir, Santa Teresa de Calcuta dejó este mensaje 1997: “Ámense los unos a los otros, como Jesús los ama. No tengo nada que añadir al mensaje que Jesús nos dejó. Para poder amar hay que tener un corazón puro y rezar. El fruto de la oración es la profundización en la fe. El fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio al prójimo. Esto nos trae la paz” (Entrevista a la revista brasileña misionera “Sem Fronteiras” [Sin fronteras]).
¡Feliz Fiesta de Santa Teresa de Calcuta!
Fuente: ACI Prensa