Acto seguido, el procónsul, para apartarla de Dios, ordenó que sea llevada a un prostíbulo, pero ella, sin dar un paso atrás, exclamó: «El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente».
Los guardias romanos intentaron llevarla a rastras hacia el prostíbulo, pero no pudieron. Lucía parecía haber sido fijada al suelo. Entonces trataron de quemarla y tampoco pudieron. Por último, le sacaron los ojos y le cortaron el cuello. Aun en ese estado, en su agonía, Santa Lucía parecía seguir viendo y, mientras se desvanecía, mostraba una fuerza inusitada para dirigirse a los que estaban presentes y exhortarlos a que se conviertan y sean fieles a Cristo.
Los ojos de Lucía
A Santa Lucía se le suele representar con una bandeja en la mano en la que yacen los ojos que le fueron extraídos. Y es que hay un relato que difiere del anterior, en el que aparece como víctima del acoso de un pretendiente a causa de la belleza de sus ojos. La joven, para liberarse de él, se habría sacado los ojos y se los habría enviado. Dios, en recompensa por su modestia, le devolvió la vista dándole otros ojos aún más bellos.
En la Edad Media, periodo en el que la devoción a Lucía se fortalece, se empezó a pedir su intercesión contra las enfermedades de los ojos y su nombre se vinculó a la palabra “lux”, que en latín quiere decir “luz”. Esto reafirmó aquellos relatos en los que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos sin que ella perdiese la visión.
Aún cuando no hay certeza absoluta sobre los datos precisos que condujeron al martirio de Santa Lucía, la veracidad de su condición aparece fuera de duda. En 1894 fue descubierta una inscripción sepulcral en las catacumbas de Siracusa con esta inscripción: Santa Lucía, mártir del siglo IV.
«El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente»
Esta afilada respuesta de Santa Lucía de Siracusa al procónsul produjo ecos importantes en la teología moral siglos más tarde. Santo Tomás de Aquino reconoció la profundidad y fuerza moral de la sentencia: «El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente».
Para Santo Tomás estas palabras corresponden con el principio moral de que no hay pecado si no hay consentimiento en el mal. Una persona puede mantenerse pura y santa si no consiente el pecado así sea forzada o violentada; el alma no presenta mancha alguna ante Dios.
Oración a Santa Lucía
Oh Bienaventurada y amable Virgen Santa Lucía,
universalmente reconocida por el pueblo cristiano
como especial y poderosa abogada de la vista,
llenos de confianza a ti acudimos;
pidiéndote la gracia de que la nuestra se mantenga sana
y le demos el uso para la salvación de nuestra alma,
sin turbar jamás nuestra mente en espectáculos peligrosos.
Y que todo lo que ellos vean se convierta en saludable
y valioso motivo de amar cada día más a Nuestro Creador
y Redentor Jesucristo, a quien por tu intercesión,
oh protectora nuestra; esperamos ver y amar eternamente
en la patria celestial. Amén.
Fuente: ACI Prensa